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Pastores: Tito y Delmy Escalante

Visión

"Ser una congregación de gente sana y libre que bendice a sus miembros y amigos con el Evangelio de Jesucristo en un ambiente de amor, respeto y aceptación"

jueves, 27 de mayo de 2010

UNA APLICACIÓN DEL MENSAJE DE AMÓS
A LA IGLESIA CRISTIANA EVANGELICA LATINOAMERICANA
DEL SIGLO XXI
CAP. 4:4-5; 5:4-15; 21-24
Pastor Tito Escalante

1. La preponderancia del culto congregacional
La iglesia cristiana evangélica en América latina ha experimentado en los últimos años, un sobre énfasis en lo relacionado con la práctica del culto congregacional, al grado de medir la espiritualidad de los feligreses a partir de su asistencia a las reuniones programadas en cada congregación. Pareciera ser que Dios todo lo que pide es que cumplamos con el culto, y que todas las demás cosas pasan a un segundo lugar.

Y dentro de lo que le asigna mayor valor a la práctica cultica, el factor financiero adquiere una posición de suma relevancia, es decir que pagando los diezmos y dando generosas aportaciones financieras Dios estará agradado, independientemente de la vida moral y ética del practicante del culto.

El resultado de esta propuesta “cristiana evangélica” en América latina, ha resultado en una pobre influencia real en la sociedad. En El Salvador, las últimas estadísticas afirman que el 38.2% de la población, es cristiana evangélica. Sin embargo, los municipios con mayor índice poblacional y dónde curiosamente se ubican la mayor cantidad de congregaciones cristianas evangélicas y algunas “mega iglesias”, siguen siendo los municipios que encabezan los índices de violencia e inseguridad. Surgiendo la interrogante: si en cada cuadra y pasaje hay una congregación cristiana evangélica ¿Cuál es la influencia que esta tiene en la comunidad?

Parece ser que lo más importante es asistir al culto, cumplir con el requerimiento religioso, hacer acto de presencia, entregar “la parte que le corresponde al Señor” (10%) dar ofrenda, servir en algún área, y volver luego al mundo real.

Por el valor que se le ha asignado al culto, éste ha sido comercializado, al grado que las personas, creen que no importa la ética con la que conducen sus vidas; que no importa los valores morales que practican, lo más importante es depositar algo en el ofrendero.

Pareciera ser que cuando Amós escribió sus oráculos, tenía en mente a la iglesia cristiana de esta época, una iglesia insensible a la voz del Señor, una iglesia que realiza sus compromisos religiosos carentes de espíritu, de sentimiento y de corazón. La bonanza que promueve la mal llamada teología de la prosperidad, hace ver el cultivo con una mentalidad utilitaria. Las personas asisten a sus congregaciones con una motivación económica.

Hoy día tenemos iglesias para ricos donde priva el elitismo y el estatus económico, y también iglesias para pobres. El rico asiste a adorar a “su Dios”, y si el pobre le acompaña, parece ser que el Dios del rico, no es el mismo Dios del pobre. Pues aún en la congregación el pobre está condenado a la marginación, al maltrato y al menosprecio. No es que sea pecado tener posesiones materiales, el pecado es confiar en ellas y caer en la arrogancia de creernos superiores a las demás personas. Este era el problema de Israel en los tiempos de Amós. Se había pervertido la justicia y el derecho, se explotaba al pobre, se le embargaban sus posesiones vitales. En los juicios, la balanza de la justicia se inclinaba a favor de los poderosos en perjuicio de los débiles.

Sin embargo nunca se faltaba a los sitios que desde Jeroboam I se habían convertido en lugares de culto, principalmente Betel. Siempre se llevaba una ofrenda y se pagaban los diezmos, aun y cuando las manos de los oferentes estaban manchadas de injusticias y robos.


2. Dualidad de vida
La idea de lo sacro y lo profano había aparentemente permeado la mentalidad de los israelitas. De tal suerte que en la conciencia de los hijos de Israel no había ninguna relación entre las prácticas éticas y morales de la vida diaria y las actividades relacionadas del culto y la vida religiosa.

Surge de nuevo la interrogante ¿Cuál será la razón de la inefectividad de la iglesia cristiana evangélica en la sociedad salvadoreña? ¿Será acaso que la espiritualidad que vivimos se limita a las paredes de la iglesia? ¿será acaso que los cristianos evangélicos somos una cosa en la iglesia y otra totalmente diferente cuando salimos de ella?. Somos santos en la plataforma al desempeñar nuestros privilegios; pero nos convertimos en otra persona totalmente diferente cuando salimos de la vista de los hermanos y los líderes de la congregación.

La iglesia cristiana evangélica ha desconocido el valor de la justicia en la práctica religiosa. No es solamente justicia social, es interrelación, es lealtad a mi comunidad, es hacer más de lo que se espera. Es la vida justa la que le otorga valor a la práctica cultica, el corazón de los ritos se encuentra en la práctica de la justicia, el cumplimiento de los elementos culticos carece de valor cuando estamos practicando el pecado.

Dios aborrece las ofrendas que no tiene a la base una vida santa, justa y piadosa, Dios detesta el culto que se le ofrece con manos cargadas de robo, injustica y explotación. Para Dios lo que le da valor al culto es la actitud y la aptitud de los adoradores, se trata de ofrecer el corazón en el culto al Eterno y para esto debemos ser encontrados aptos y calificados. Es el limpio de manos y puro de corazón que ofrecerá un culto que sea olor grato delante de su presencia.

No son las multitudes las que impresionan a Dios, ni la cantidad de ceros que lleve la ofrenda. Es más bien una vida justa, piadosa y santa lo que hace que Dios acepte la ofrenda. Y esta vida justa, piadosa y santa se ve revelada en la manera que los adoradores se relacionan con las personas de su comunidad, con los miembros de su familia, con sus empleados, con las personas que trafica. Esta vida justa se manifiesta en la manera que se relaciona con los desposeídos, los marginados, los débiles, los menos afortunados.

Si la ofrenda que se ofrece al Señor, es dinero producto del usufructo ilegal, la explotación, el robo, la usura, la trampa, la corrupción, la expropiación, la prostitución, el narco tráfico, la trata de personas; no podemos creer que el Señor se complacerá con dicha ofrenda. Por el contrario, esto es abominación a YHWH.

La ironía del capítulo 4:4-5 de Amós, nos ilustra la realidad actual de la iglesia cristiana evangélica, donde de manera simultánea las personas asisten a sus congregaciones, pero estando ahí traman injusticias, infidelidades, y maldad contra el prójimo. Pretendiendo que Dios estará satisfecho con la práctica cultica, con los cánticos, las ofrendas y los diezmos.


3. Los peligros de la prosperidad económica
Israel disfrutaba de un tiempo de bonanza económica debido a las minas de cobre y la industria textil. Esto había hecho surgir una sociedad que disfrutaba de buena vida. Estaban gordos, tenían buenas casas, poseían todo lo que un día soñaron. Pero de manera contraria, los pobres eran más pobres y eran utilizados por algunos ricos para aumentar sus tesoros, principalmente los pequeños productores.

El problema es que cuando disminuyen las necesidades, el corazón de las personas es probado. Cuando las riquezas aumentan, surge el verdadero ego, y se desarrolla de manera magnificada el egocentrismo. Aun y cuando se conservan algunos ideales religiosos, las personas no se alejan de la iglesia, pero sí de Dios. No dejan de llevar sus ofrendas y diezmos pero ya no llevan el corazón. Algunos llegan al grado de enviar sus aportaciones porque ya no tienen tiempo de congregarse, pues han surgido cosas de mayor importancia que ocupan su tiempo. Dios aborrece esta actitud y detesta esas ofrendas y diezmos.

Frente a la invitación del Señor “buscadme y viviréis”, se debe entender que no le invita a volver al templo de Jerusalén y a abandonar los altares del norte, carentes de reconocimiento por la inclinación a adorar becerros en sus cultos. La invitación es a abandonar la injusticia, el robo la violación del derecho, la explotación y el pecado en general. Esta invitación es a volver al camino de santidad, es volver a la observancia de la ley que se desprende los pactos con Abraham, Isaac y Jacob.

No basta con asistir a una congregación todos los días, si nuestra forma de vivir esta deshonrando a Dios. No basta con pegarle un sticker de la iglesia al vehículo, si este ha de ser utilizado para el adulterio. No es suficiente con decir que somos cristianos, si no le extendemos la mano al que sufre, si nos aprovechamos del débil e indefenso. Nuestra práctica cristiana sería desagradable ante los ojos de Dios.

Es interesante, pero el poder económico muchas veces deja sentir su fuerza en las congregaciones, haciendo ver al pastor como un empleado de ellos y condicionando los sermones que se predican. Es triste pero algunas veces las vacas de Basán han logrado comprar la prédica, y mensajes como el de Amós, no se pueden predicar, pues se pueden ofender los becerros de oro y castigarnos retirando sus aportaciones. Pareciera que hay una complicidad entre los injustos que adoran y los sacerdotes del templo. Tanto al opresor como a su pastor que ha vendido su sermón los aborrece YHWH.

La Iglesia debe vivir la justicia y predicar contra la injusticia. No podemos vender nuestros sermones al mejor postor, olvidando el llamamiento que hemos recibido a profetizar, a levantar la voz por el mudo, a ser luz en las tinieblas. Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres.

Los cuatro pecados que Amós denuncia: el lujo, la injusticia, el falso culto a Dios y la falsa seguridad religiosa, encuentran fácilmente sus paralelos en las congregaciones cristianas evangélicas de América latina. Iglesias que en ocasiones son manejadas como empresas personales o familiares en donde priva el interés económico.

Frente a la interrogante ¿culto o justicia?, es evidente que Dios valora el culto, pero cuando este es ofrecido por ministros y adoradores justos, que logran comprender que para Dios lo importante no es qué o cuánto le damos; sino la actitud que tenemos al ofrecer la ofrenda o el sacrificio. Y que por alguna razón esta actitud ante el Creador, se manifiesta en la manera que tratamos a sus criaturas. En primer lugar evitando aprovecharnos de sus debilidades y en segundo lugar, compartiendo con ellos las bendiciones del Eterno. Esta es un verdad sustentada por Juan en su primera epístola capitulo 4:20

“Si alguien afirma: «Yo amo a Dios», pero odia a su hermano, es un mentiroso; pues el que no ama a su hermano, a quien ha visto, no puede amar a Dios, a quien no ha visto”

La adoración a Dios tiene a la base el gran mandamiento, que enfatiza el amor a Dios sobre todas las cosas. Lo que el profeta Amós condena, es que en la práctica ese amor había desaparecido del pueblo Israel, y que todo lo que había quedado era una expresión meramente religiosa carente corazón. Que no era sustentada con una conducta justa suficientemente fuerte como para valorar al pobre, al desvalido, al marginado, al pobre, al extranjero.

Al parecer la iglesia cristiana evangélica de América latina, ha adoptado los mismos valores que Amós condena. Esta es una iglesia ensimismada, centrada en lo que puede obtener de los demás, y no en lo que puede ofrecerles como una demostración de justicia y amor.